Después de una agradable estancia, como es habitual en Lescun, esta vez en Pic d´Anie donde pernoctamos, desayunamos y habíamos cenado la noche anterior, partimos hacia Linza por un tramo de carretera que siempre resulta algo aburrido, pese al paisaje que nos rodeaba.
Una vez alcanzado el aparcamiento de Masousa, el asfalto se transforma en pista forestal y se agradece. Un bosque frondoso y fresco permite ver las cosas de otra manera. La pista forestal llega hasta el último punto donde se accede con vehículos conocido como el Pont Lamary. A partir de allí solo circulan los quads de los pastores de las Cabañas de Ansabere, por camino hecho a su medida.
El primer objetivo del día, que era la Collada de Petrachema y estábamos localizando desde que salimos de Lescun, cada vez se veía mas cerca. Al llegar a la Cabañas de Ansabere decidimos parar a reponer fuerzas mientras las boiras envolvían y despejaban las Agujas de Ansabere creando un ambiente especial.
La incertidumbre de pasar por la Collada de Petrachema, tan cerca de las agujas, y poderlas ver o no, inquietaba a Elia. Poco a poco, mientras cogíamos altura tras el almuerzo, Elia estaba contentísima de como dejábamos abajo a las Cabañas de Ansabere y disfrutaba de un camino serpenteante que ganaba cota a cada paso.
"Mira papá, estamos tan cerca que se ve a dos de rojo escalando". Rápida estuvo la jodida, aunque no me extraña que los localizara ya que no paraba de mirar semejantes moles. Ante la inmediata posibilidad de un tropiezo, decidimos hacer una parada y descubrimos hasta siete escaladores en la verticalidad de las imponentes paredes, ..."hasta se les oye hablar", decía.
Con todo esto, nos plantamos en la Collada de Petrachema casi sin darnos cuenta pese a haber remontado desde Lescun mas de 1200 metros. Tan solo quedaba bajar hasta Linza, ya por terreno conocido para Elia.
En la misma muga, le dí a elegir entre bajar por el Paso de La Escalerilla o bajar por el Barcal de Linza. Finalmente decidió bajar por el Barcal, ya que la última vez que anduvimos por la zona lo hicimos por La Escalerilla y le apetecía cambiar.
Una bajada por terreno rocoso, con una camino cada vez mas machacado por la abundancia de personas que lo utilizan en la "Senda de Camille", nos plantó en la Foya de los Ingenieros con su agradable y cómoda tasca, tras el tramo de bosque que la une con la Foya Manaté, situada un poco más arriba.
Con la llegada al Refugio de Linza, donde había dejado el coche el viernes por la tarde, completamos un fabuloso fin de semana. Unos huevos fritos pusieron la guinda a dos días de monte bien aprovechados entre España y Francia, y donde siempre, ademas de disfrutar, aprendemos de todo.
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