lunes, 28 de octubre de 2019

XV Marcha Senderista "Otoño" Valle de Ansó

Como cada año, y van quince, el pasado 20 de octubre se celebró la XV Marcha Senderista "Otoño" Valle de Ansó organizada por el Club de Montaña Linza de Ansó. Las previsiones meteorológicas no precisaban lo que nos hubiera gustado, debido a la inestabilidad provocada por una "gota fría", que ahora se llama DANA, y que, en principio, nos iba a afectar.




Justo antes de la salida, un buen chaparrón nos dejaba con mucha incertidumbre para lo que podría pasar a lo largo del día, ya que como he comentado las previsiones en los últimos días eran del todo cambiantes respecto a la posibilidad de precipitación.




Pese a todo esto, en cuanto el aguacero terminó, y fue enseguida, todos los que allí estábamos salimos con el ánimo de disfrutar del día por el Monte Ezpelá.




Justo antes de llegar al primer avituallamiento, el cielo se oscureció y una fuerte calma hizo pensar en que otro chaparrón nos iba a caer, pero misteriosamente entre chocolate, fruta, refrescos y patatas fritas aquel "nubladizo" se disipó y no cayó ni una gota.




Grandes y pequeños seguíamos animados por el recorrido y disfrutando de una temperatura muy agradable.




Me despisté un momento y cuando había que decidir si íbamos por el recorrido corto o por el largo, no veía a Elia. Pregunté a uno de sus amigos que se adentraba por el largo y me dijo que Elia iba por delante y que hacía la larga. Justo cuando me lo estaba diciendo su amigo, un buen grito dirigido a mi decía: "¡estoy aquííí!, así que la decisión estaba tomada, hacíamos el recorrido largo.




Fui avanzado y la alcancé prácticamente en el Campo del Morral, punto más alto del Monte Ezpelá y desde donde se divisa Ansó, en caso de no haber niebla como nos pasó a nosotros. Eso sí, hacia el otro lado se veía Fago, ya que no estaba tapado por la niebla.




Conforme avanzábamos Elia iba recordando partes del camino, ya que fue este mismo, en el que hacía cinco años realizó su primer "recorrido largo" en una Marcha Senderista "Otoño" Valle de Ansó.




También se acordaba que el segundo avituallamiento, según ella, era mucho mejor, principalmente porque había chorizo. Así, cuando vio el toldo blanco del Club de Montaña Linza echo a correr como poseída en busca del ansiado chorizo.




Allí decidió esperar a sus amigos para realizar el resto de la bajada con ellos y seguir pasándoselo en grande, que era de lo que se trataba.




Enredando unos, y recordando como enredábamos otros, nos plantamos en el Puente Veral, donde estaba situado el último control de la marcha, casi sin darnos cuenta. Nos daba tiempo de pegarnos una ducha antes de disfrutar de la comida a base de migas, panceta, chistorra, longaniza, queso, fruta y bebida, todo incluido en la inscripción, como siempre. Además del habitual regalo que esta vez consistió en una bolsa para guardar las zapatillas y los también habituales jabones naturales que como cada año nos regalan.




Un buen día en todos los aspectos, el paseo por el monte, la climatología que nos respetó hasta que empezamos a comer en el trinquete, la organización, los voluntarios y un ambiente de lo mejor en un marco incomparable, y todo en la puerta de casa, ...¿que mas se puede pedir?














lunes, 14 de octubre de 2019

Refugio de Góriz-Faja de Pelay-Senda de los Cazadores-Pradera de Ordesa

El domingo 6 de octubre tocaba volver hacia la Pradera de Ordesa desde el Refugio de Góriz. Ya habíamos descartado subir a Monte Perdido por la prevista inestabilidad meteorológica para ese día, y aunque las últimas predicciones desplazaban la entrada del frente previsto mas hacia la tarde, la decisión estaba tomada.




Aunque ya lo habíamos comentado y decidido, Elia no paraba de mirar hacia arriba y comentar lo cerca que había estado de la mole caliza y lo que le hubiera gustado subir. Pronto, con las vistas del Valle de Ordesa otra vez, y su interpretación de que es como si hubiese pasado por allí una serpiente de hielo, se volvió a ilusionar. 




Las miradas a la Cola del Caballo, se juntaban con las del Monte Perdido, mientras el cielo se empezaba a nublar, lo que me ayudaba a que entendiera lo de buscar una alternativa. Le gustó lo de no bajar por el fondo del valle y optar por recorrer todo el valle desde las alturas por la Faja de Pelay.




Poco a poco íbamos cogiendo altura en un lateral del valle, justo enfrentado al que recorrimos el día anterior.




Mientras unos ratos el sol entraba en el valle, otros las nubes se apoderaban del cielo. Las vistas del Río Arazas que teníamos desde arriba no nos dejaban indiferentes y comentamos la necesidad de volver para verlo con agua abundante para disfrutar más de él, si cabe.




Como nos manteníamos a la sombra, estábamos bastante frescos y el bosque empezaba a regalarnos especies diversas por momentos. Abedules, pinos negros, abetos, hayas, servales de diferentes tipos y arces los podíamos ver en un trozo pequeño de monte sin movernos ni un paso.




Además el otoño empezaba a dejarse notar y cada especie lucía galas diferentes con lo cual el cóctel de colores empezaba a estar servido.




Elia se dio cuenta enseguida de que se veía la Brecha de Rolando desde donde estábamos y gritaba: "¡mira papá por allí pasamos ayer, que lejos está hoy, con lo cerca que lo teníamos ayer!". No se había dado cuenta de que también se veía parte de la Faja de las Flores y cuando le ayudé a localizarla solo acertaba a decir: "¡ostras, me encanta!".




El fondo de valle cada vez se veía mas abajo, y las laderas empinadas del otro lado del valle hacían suponer que nosotros estábamos en una zona parecida, por lo profundo del agujero que teníamos a nuestros pies.




En el Mirador de Calcilarruego paramos a echar un bocado. Desde allí veíamos la pradera donde teníamos aparcado el coche y unas vistas espectaculares del valle. Elia comentaba que ahora si que podía decir que había visto Ordesa, ya que la otra vez que estuvo con la escuela "solo vimos unas cascadas...", comentaba.




La bajada por la Senda de los Cazadores tampoco le dejó indiferente. Disfrutó del rápido descenso y del trazado de la senda. No obstante le encontró un fallo, el hecho de no poder correr en la bajada no era lo habitual, pero si se compensaba con todo lo que había conocido y disfrutado.


En la Pradera de Ordesa nos cambiamos de ropa, chocamos las manos, y nos tomamos un refresco antes de partir para casa con un montón de cosas para contar a mamá. Solamente teníamos que volver para ver el río más cerca, subir a dormir a Góriz donde nos trataron de maravilla y subir a Monte Perdido, pero el fin de semana había salido redondo.