sábado, 15 de mayo de 2021

Gruta helada de Lecherines desde Canfranc Pueblo

 El pasado sábado 8 de mayo nos fuimos con Elia a visitar la Gruta helada de los Lecherines. Una guinda del Parque Natural de los Valles Occidentales que pertenece al término municipal de Borau.




Por la mañana nos acercamos hasta Canfranc Pueblo para iniciar desde allí la ruta. Unos días antes hable con David de Ojos Pirenaicos para informarme de como estaban los accesos hasta la gruta en lo que a nieve se refiere, ya que las botas de Elia no tienen la posibilidad de colocar crampones. No solo me dio buena información sino que además nos solucionó la movilidad de Elia por la cueva con unos crampones adaptables a cualquier calzado. ¡Que bueno es tener amigos profesionales!




Elia empezó a alucinar desde la salida. La señalización, el camino tan potente y en el mejor de los estados, y para colmo una zona de escalada en el Barranco de los Meses que si o si tenemos que probar.




El trazado del camino permitía ganar altura de forma cómoda. Además, la llegada a la zona de la Fuente de los Abetazos resulta llamativa, ya no por la pista que está en buen estado sino por la frescura del abetal que allí encontramos.




La salida del bosque tampoco tiene desperdicio. La zona de Gabardito es la recompensa al ascenso por el bosque. Las vistas hacia Lecherines y hacia Collarada son espectaculares, así como la amplitud de la zona que contrasta con el estrecho valle de Canfranc.




También llaman la atención los pastos de la mallata de Lecherín Bajo, así como el refugio arreglado y los abrevaderos para el ganado. Aunque a Elia lo que más le gustó fue el barro fino del canto del camino.




Pasado ese punto solo quedaba la remontada final hasta la gruta. Aunque la nieve no estaba dura y la huella era bastante buena, al llegar a ella echamos mano del piolet por si acaso y además por las ganas que tenía Elia de utilizarlo.




Al llegar a la cueva y antes de entrar, Elia se puso los crampones que nos prestó David y así pudo moverse por dentro con mucha comodidad.




Elia estaba alucinada y contenta por haber decidido ir hasta allí. Pese a que habíamos tenido que madrugar y además estar de vuelta en Ansó con tiempo para llegar a la fiesta de su propio cumpleaños que celebraba esa tarde.




Pese al calor exterior el hielo se mantenía bien dentro de la cueva, aunque también se notaba que igual no duraba muchos días al ver como chorreaba agua de alguno de los agujeros del techo de la cavidad.




Después de disfrutar de todos los rincones posibles del interior de la gruta helada, salimos al exterior donde echamos un tentempié antes de iniciar una bajada trepidante sin pérdida de tiempo.




Aun le dio tiempo a Elia, entre carrera y carrera, para fijarse en la surgencia de agua que da origen al Barranco de Aguaré (creo). Me decía que le encantaba ver como salía el agua allí ...en medio ...sin más.



El aumento del caudal del barranco no nos permitió cruzarlo por el mismo sitio que lo habíamos hecho en el ascenso y aunque tuvimos que buscar un nuevo paso no pasamos dificultades.




Pasada la zona de Gabardito decidimos bajar por el Barranco de Aguaré. Eso de ver en los carteles "clavijas" motivó a Elia a probar el descenso final por otro barranco al de subida, y eso que le había encantado por la mañana.



Los destrepes sencillos y bien equipados, así como el paso del barranco sin dificultades de nuevo, completaron una jornada de monte entretenida. Vimos un montón de cosas interesantes en un valle diferente, que le gustó mucho a Elia y en el que quedan muchas cosas por descubrir.







martes, 11 de mayo de 2021

Circular por Segarra. Cabecera del Barranco Sansorría. Ansó

 Hacia mediados del pasado mes de abril, y antes de la llegada de las lluvias de la borrasca "Lola", aprovechamos con Elena y Elia la ya larga tarde que teníamos. Decidimos dar un paseo por Segarra y para ello nos acercamos con el coche y con la correspondiente autorización para circular por la pista de Izquierda del Veral, para acceder a la zona de forma más cómoda y rápida.




Ascendimos por el camino de Segarra y la Fuente Dionisio para llegar al Campo Adrián y dirigirnos hacia el Barranco de Sansorría. Al pasar por la Fuente Adrián ya observamos abundante rastro de jabalí. Estos, mueven el barro a su antojo para disfrutar de unos buenos baños y hacen un poco más complicado el paso, tanto que Elia no quería perderse la posibilidad de que su madre metiera el pie hasta dentro, cosa que finalmente no sucedió.




Cruzado el Barranco de Sansorría ascendimos hacia la Loma Borda. Un buen lugar para echar la vista hacia el valle y donde el aire fresco se dejaba notar al salir del resguardo del bosque.




Remontando por la loma a Elia le llamó la atención la diferencia de tamaño de las piñas que había por el suelo. Observando un poco más, aprendió las diferencias de tamaño, también de las acículas, de las diferentes especies de pino que por allí se encuentran.




Mientras que, de cerca, movimos a una pareja de corzos en el Campo Basteré, de lejos y desde el Campo Merín observamos con ayuda de prismáticos unos cuantos sarrios.




Seguimos avanzando y muy atentos para ver si veíamos algo más, no hubo suerte. Volvimos a cruzar el Barranco Sansorría, esta vez algo más arriba.




Esta vez, tanto las vistas lejanas como las cercanas, resultaban agradables. Los montes que se perdían en el horizonte desde dentro del barranco y las flores primaverales que empezaban a abundar no nos dejaron indiferentes.




Poco a poco y con algún que otro pinchazo fuimos llegando hasta un característico árbol seco que no pasa desapercibido. Allí, de nuevo, las vistas hacia el valle resultan atractivas.




Por el Campo Aturra dimos un poco de vuelta para intentar ver algún jabalí. Tampoco hubo suerte, pero en la bajada hacia el coche asustamos a un par de ellos que campaban por allí. Aunque no los llegamos a ver, si que escuchamos sus gruñidos y el ruido de las matas al escapar asustados. No solo fueron ellos los que se asustaron



Finalmente llegamos al coche tras un entretenido paseo en el que disfrutamos de la tarde, de la tranquilidad de la zona y de la cantidad de naturaleza que nos rodea y nos envuelve en Ansó. Una buena cena en casa completó una tarde redonda, vamos... ¡una maravilla!