martes, 17 de noviembre de 2015

BTT en Ansó. Forato.

El sábado 14 de noviembre seguíamos en Ansó con un tiempo espectacular. Aunque las mañanas eran frescas los días invitaban a coger la bici. Hacía tiempo que quería ir a Forato y pensé que esa era una buena oportunidad. Cuando cogí la bici me di cuenta que la cámara de la válvula rota y los ocho parches había dicho basta. Lo primero que tuve que hacer antes de salir fue arreglar la rueda trasera.




Salí con los guantes puestos y una chaqueta, pero en la subida a Puyeta tuve que parar a quitarme ropa. Al llegar a la muga con Navarra, para bajar el puerto de Matamachos, me volví a poner ropa. Y al poco de empezar a bajar volví a parar para añadir algo más ya que las sombras de este puerto hacían que las lágrimas salieran solas.




Me vi contento de llegar a la pista, justo antes de llegar a Garde, para empezar a subir y entrar en calor. Al llegar al fondo del barranco comienzan las rampas de verdad y, aunque al principio, las cogí en sombra, conforme se ganaba altura iba entrando el sol y se empezaba a notar.




A mitad de subida ya sobraba todo. En una parada aproveché y me quité mallas y manga larga y se notó.
Buena sorpresa me llevé cuando la cámara que había colocado por la mañana no estaba como debería. La llanta se apoyaba en el suelo de la pista con la rueda chafada y todo indicaba que había pinchado. ¿Igual hay que pensar en cambiar la cubierta, que va un poco lisa...?




Aunque llevaba cámara de repuesto, decidí poner un parche ya que el pincho que había agujereado la cámara lo localicé rápido y el día invitaba a perder todo el tiempo que hiciera falta.




En las últimas y pronunciadas rampas antes de llegar a la divisoria con el valle de Ansó, cualquier excusa era buena para parar a echar fotos, que si una sombra, que si las vistas,....




En la punta de Forato decidí echar un tentempié y me dí cuenta de que aún podría llegar a casa a comer con buena hora, así que inicié la bajada con ganas. En un momento no se si frené demasiado o una piedra estaba mal colocada, el caso es que yo seguí bajando mientras la bici se quedaba clavada en el camino. Vamos, que me di un tortazo de esos que cuando paras de rodar piensas, dónde estoy y qué ha pasado a la vez. Y mientras te levantas, miras rápidamente alrededor para ver si alguien se está riendo y si lo pillas, con suerte, y si es una persona normal, igual intenta disimular la carcajada.




Sin duda, la guinda de la bajada es el Cerro de Calveira. Tiene la pendiente adecuada, no hay piedras, ni bien ni mal colocadas, ... vamos, ...¡la leche!.




Después de pasar el Cerro de Calveira solo quedaba la bajada hasta el puente Zaburría por el camino de Calveira. Como siempre las vueltas a derechas me cuestan mucho más que las vueltas a izquierdas, ??? eso de las dos mitades diferentes del cuerpo debe de ser verdad.



Al llegar al puente de Zaburría, y si no fuera porque estamos a mitad de noviembre, uno no puede evitar acordarse de un buen chapuzón. Hubiera sido otra guinda más para completar una jornada de disfrute y diversión por el monte. Tampoco estuvo mal llegar con hambre a casa y justo a la hora de comer.







martes, 10 de noviembre de 2015

Paseo por Ansó. Solano Salas-Loma Beatorre-Cueva Gurrillón-Zabalcoch

Hacía días que quería llevar a Elia de paseo por el Solano de Salas y la Loma Beatorre. Ella se acordaba que este verano, cuando fuimos por la Faja Beatorre le comenté la posibilidad de pasar más altos por el monte con la opción de llegar a la cueva Gurrillón, y tenía ganas de ir. El sábado 7 de noviembre fue el día elegido, en cuanto a climatología no podía ser mejor.




Dejamos el coche en la Borda Ostias y tras cruzar el puente empezamos a remontar realizando zig-zags por un camino precioso. Hasta ahora, para subir a la Loma Beatorre, el ascenso se realizaba por una trocha recta, con pendiente pronunciada que terminaba siendo aburrida y dura. La recompensa cuando se llegaba arriba era buena, pero la trocha había que pasarla.




Aunque el otoño está avanzado, las hojas del suelo dan un juego terrible. Elia aprendió a diferenciar unas cuantas en función de su forma y a relacionar cada una con los frutos del árbol correspondiente.




El camino asciende dando vueltas con una pendiente moderada y resulta muy agradable ganar altura de esa forma. Aunque las trochas lo cortan varias veces, da gusto seguirlo y ver que lo que se ha recuperado forma parte de un gran patrimonio que en los últimos años se había abandonado.




Cuando llegamos al Campo Merejildo, Elia estaba contentísima. La excursión le estaba gustando, el camino del Solano de Salas le había encantado, había aprendido a distinguir unos cuantos árboles por sus hojas y para colmo, dando golpecitos a una seta muy rara había visto esporas, que parecían polvo, pero eran esporas. ¡Había oído hablar de ellas, pero no las había visto nunca!, decía ilusionada.




Pero lo mejor estaba por llegar. Aunque ya era la tercera vez que visitaba la Cueva Gurrillón, las tres veces había llegado por caminos diferentes. Al llegar a la zona señalizada Elia empezaba a recordar y ya decía: "¡¿me dejarás subir por donde estuvimos la última vez?,... pero ahora yo sola que ya soy más mayor!".





No se conformó con una vez, hasta tres veces repitió la trepada, disfrutando sin parar como una niña...




En la Cueva Gurrillón se estaba de maravilla y aprovechamos para echar un bocado bien a gusto al resguardo y al sol de otoño.




Podíamos haber elegido volver a la Borda Ostias por la Faja Beatorre y completar así una circular espectacular, pero habíamos dejado las bicis en la Borda Chiquín, ya que también nos apetecía ir en bici. Bajamos por el Barranco Piero hasta Zabalcoch todo lo rápido que nos permitía la abundante humedad de las umbrías, y cogimos la bici con ganas.




Tras la parada obligada en la Fuente Pierra llegamos al coche más rápido de lo que apetecía. Tanto es así que Elia se enfado un poco por tener el coche tan cerca.



Le invité a que me ayudara a colocar las bicis en su sitio y el pequeño enfado se le pasó rápidamente. Se dio cuenta de que tenía hambre y quería llegar a casa cuanto antes para contarle a mamá todo lo que había visto, aprendido, jugado y disfrutado por el monte, en un día de otoño espectacular.