miércoles, 2 de agosto de 2017

Castillo de Acher desde Oza. Hecho

El domingo pasado, 30 de julio nos fuimos Elia y yo a intentar cumplir uno de los objetivos que se había planteado para este año. Una mala noche con unas décimas de fiebre, por nadie sabe qué, del viernes al sábado, impidieron realizar la actividad el día anterior. Yo tenía mis dudas, pero la recuperación de los niños resulta espectacular, y ella estaba convencida para probar, así que adelante.




Arrancamos desde Oza en una mañana en calma, quizá hasta demasiada para caminar por el bosque, lo que hizo que pronto empezáramos a sudar. 




Me apetece hacer mención a la señalización. En la parte más baja donde se cruzan varias trazas de caminos existe un buen número de carteles que te llevan solos hasta el bosque y al camino adecuado. Quizá se podría criticar por exceso, pero lo que prefiero destacar es el interés demostrado por hacer las cosas bien. Ya querríamos en Ansó tener una pequeña parte de ese interés en cuanto a señalización se refiere por parte de quien corresponda.




Después de salir del bosque y aunque el día era caluroso, en las cotas en las que nos encontrábamos el sol era más llevadero. Como decía Elia cuando parece que quiere apretar, siempre viene una volada de aire que suaviza la sensación de calor.
Casualmente tuvimos la oportunidad de encontrar unos "sarriones". Verdura silvestre, similar a las espinacas que se cría en suelos bien nitrogenados ("cubilares") y que aún queda gente que los recoge para comerlos como "antis mas".




Elia disfrutaba con todo, pero lo que más ilusión le hacía era ver como las murallas del castillo cada vez estaban más cerca.




Aunque las trepadas para acceder a la parte interior del "castillo" le parecieron un poco sosas, todo cambió cuando vio el "castillo" por dentro. Me decía que no se lo esperaba así. Me explicaba como se lo había imaginado pero entonces era a mi el que me costaba entenderlo. Aprovechando la sorpresa que se había llevado, y después de escuchar su extensa explicación de como pensaba que iba a ser, le comenté conceptos de geomorfología como sinclinal y anticlinal y también aprovechamos para contar cosas de las simas y las dolinas. Nada mejor que hablar de esos conceptos con los ejemplos tan claros y palpables que teníamos delante de nuestras narices.




Entretenidos con la conversación y observando durante todo el camino que Elia se había recuperado del todo, como me había dicho por la mañana, nos plantamos en la punta del Castillo de Acher cómodamente.




Echando un bocado le comenté que aún hay otra posibilidad de acceder o escapar del Castillo de Acher a través de una chimenea. La Chimenea Ledormeour es un paso equipado con cadenas y sirgas a modo de ferrata y que Elia quería ver a toda costa donde se encontraba para hacerla en otra ocasión.




Encantada con el agujero ya estaba preguntando cuando podría ir por allí. Pero le recordé que ahora tocaba bajar y aún quedaba un buen trecho.




Pasada la pedreguera, pronto llegamos a terreno más suave donde, como siempre, Elia quiere probar a correr. "Que si, que si, que se puede correr bien" decía mientras probaba. Así que a correr tocan, verdad es que le hace ilusión eso de adelantar a gente y volverse diciendo: "venga papá" con un sonsonete que quiere indicar que está cansada de esperarme.




En el bosque tampoco perdimos mucho tiempo ya que el ambiente nublado y bochornoso parecía que amenazaba con tormetear y pensamos que si agilizábamos no nos iba a pillar. La tormenta no llegó pese a las alertas meteorológicas y al llegar a Oza una invitación imprevista nos permitió disfrutar de unas muy buenas migas chesas con usones.




No cabe duda de que la tentación de las migas a Elia le puede, pero esta vez, no se si le hacía mas ilusión comer las migas o tener la posibilidad de ir a las tirolinas del Bosque de Oza por la tarde.



La posiblidad de tirolinear pasó a ser realidad y apuró hasta que pudo. Después, una parada en la huerta antes de llegar a casa y una momentánea desaparición de Elia me permitió comprobar, mirando sus labios, que algunas moras ya empiezan a madurar, solo hace falta buscarlas un poco.

Día completo que disfrutamos a tope del monte, de las compañías, de la buena comida y de la diversión sin perder ni un minuto de tiempo en el aburrimiento y la negatividad.