lunes, 9 de septiembre de 2013

Espelunga Gurrillón. Ansó

El pasado domingo 1 de septiembre y casi por obligación tuvimos que ir con Elia a la Cueva Gurrillón. Digo que casi por obligación, porque Elia sabía que el fin de semana anterior había estado su amigo Martín con sus papás en el mismo lugar, y como ya le había comentado que iríamos algún día, la motivación para ir hacia allí, ¡ya!, era extrema por su parte.




Por fin conseguimos madrugar y salir con buena hora. La mañana era fresca y el "aguazón" o rocío matutino abundante entre la hierba. Pronto descubrimos la nueva señalización de la zona que orienta para realizar el recorrido, pese a que Elia ya conocía este primer tramo de camino que nos lleva al Barranco Piero.




Conforme avanzamos, el resguardo del bosque junto con el avance del sol, nos permite quitarnos la chaqueta que hasta ese momento se agradecía. Por el recorrido cogimos unos "revichuelos", los primeros de este año. También vimos que existen setas que, como dice Elia, "hacen magia". Ella misma comprobó que al raspar con su uña sobre la seta, ésta cambia de color, tomando un tono azulado en segundos, allá donde ha sido raspada.




Tras enseñarle varias inscripciones en piedras hechas con paciencia y tiempo por Pepito de casa Talecón por el camino de Idoya, llegamos a donde los cazadores esperan a los "chavalines" en el punto conocido como "la mata". Allí, seguimos remontando hacia Idoya pese a que llevamos dejando atrás varios carteles indicadores de la cueva Gurrillón, lo que no deja de inquietar a Elia.





Pese a todas las curiosidades observadas por el camino, desde que habíamos visto la "seta mágica", yo notaba a Elia en exceso callada para lo que en ella es habitual. Yo le preguntaba si se encontraba bien, si tenía calor, sed, ... En la cota más alta decidimos comer una barrita de coco y chocolate, y Elia seguía pensativa. Hasta que por fin descubrí el pastel cuando me preguntó: "papá, ¿la sangre de las setas es azul?". Había pasado casi una hora desde entonces, y el cambio de color de la seta no le había dejado indiferente. A partir de ese momento volvimos a la rutina habitual en cuanto a su actitud, es decir, no callar y no parar de contarme y preguntarme cosas.




Las ganas de ver la "espelunga" (cueva en ansotano) se apoderaban de Elia y las vistas que teníamos del valle y de la Loma Beatorre casi pasaban a un segundo plano.



Una vez en la cueva, las camas de jabalíes no pasan desapercibidas, ..."¿aquí duermen?". Tampoco el hollín del techo, ..."¡que sucio!".





En la Espelunga Gurrillón nos ponemos los pantalones cortos y continuamos con la excursión. Bajamos hacia "La Era Gurrillón" para completar un recorrido circular hasta el Barranco Piero, de tal forma que solo repetimos un corto tramo de camino para llegar a Zabalcoch.




En la bajada vamos combinando tramos de bosque, con claros que nos siguen permitiendo disfrutar de unas buenas vistas del valle del Veral.






El calor del mediodía apretaba, pero el hecho de haber madrugado y encontrarnos ya de bajada, favorecía. Rápidamente llegamos a Zabalcoch donde nos esperaba un recalentado coche en donde como dice Elia "huele a calor".



El buen horario nos permitió llegar a Ansó con tiempo suficiente para seguir disfrutando, ésta vez de un buen vermú antes de comer.