lunes, 18 de septiembre de 2017

Circular desde la Borda Ostias, Ansó. Solano Salas-Cueva Gurrillón-Faja Beatorre

Ayer domingo, con una meteorología incierta, decidimos con Elia dar un paseo por el valle en lugar de aventurarnos por las alturas. Hacía días que no nos metíamos en el bosque y también apetecía.




Aunque ya habíamos recorrido todos los tramos que teníamos previsto realizar en otras ocasiones, nunca los habíamos realizado completando una circular entretenida desde la Borda Ostias.




Como siempre, el bosque está lleno de sorpresas, y al poco de empezar Elia se encuentra con unos trozos de "tieda" (madera de pino seca y muy resinosa conocida como tea y que son las pastillas naturales para encender el fuego) que le encanta olisquear. Por supuesto, guarda un trozo como ambientador de pino para el coche.




Aunque el día estaba nublado, el bosque estaba precioso y los colores del otoño empezaban a pedir paso tímidamente... de momento.




La imaginación permite ver en los árboles desde cabezas de serpientes hasta bocas de tiburones. Eso cuando no vemos afecciones reales que la naturaleza provoca y que dan resultados agresivos como el rayo que había provocado la rotura de un haya impresionante.




Al llegar a la Cueva Gurrillón, Elia rápidamente se quitó la mochila y se puso a trepar como siempre por la roca para comprobar que el asunto le sigue entreteniendo.




Después eligió el mejor sitio para pernoctar en la cueva en una supuesta próxima excursión con sus amigos. Se fue tumbando en todos los encames de jabalí que ya había visto en anteriores ocasiones para comprobar cual era el más cómodo. Mientras esto ocurría yo me entretenía con las vistas que ofrece semejante balcón.




Poco a poco fui convenciendo a Elia de que teníamos que seguir para completar la circular y llegar a tomar un vermú a Ansó como habíamos acordado en casa.




La vuelta a las entrañas del bosque volvió a darnos sorpresas y Elia encontró desde máscaras hasta hipnotizadores. Pasear por la Faja Beatorre es lo que tiene...




Realmente es una gozada meterte por estos andurriales que tenemos al lado de casa y disfrutar de ellos tan cómodamente.




Aún dio para que Elia se encontrara más cosas. Un cartucho gastado y una bala sin que el percutor hubiera golpeado en ella, dejaron claro que el terreno es propicio para la caza. No es de extrañar que los animales elijan estas zonas para desarrollar su vida.




Contentos de haber visto tantas cosas e incluso tropezarnos con un par de jabalís en el recorrido, llegamos al coche con buena hora para tomar el vermú previsto y después, comer de buena gana.