domingo, 17 de mayo de 2020

Circular desde Ansó. Borda Cheso-Borda Alberro-Plana Cativiela-Campo Cortés-Collada Baja-Planos del Vedau

Esta mañana ha salido un día perfecto para disfrutar de nuestro cercano entorno y Elia y yo no hemos querido desaprovecharlo. Así que desde la puerta de casa nos hemos echado al monte para dar una buena vuelta.




Al poco de empezar hemos visto un brote de "betelaina" (viburnum lantana) que me ha ayudado mucho para indicar a Elia la característica forma de brotar de estos arbustos, ya que el otro día hablando de ellos sin verlos no se me hacía fácil trasmitírselo. En Ansó son buscados para hacer buenas varas por su flexibilidad, resistencia y agradable tacto.




Pronto hemos dejado los caminos más utilizados para movernos por lugares poco conocidos y poco transitados pero que, quizá por eso, tienen algo de especial. No son tan cómodos ni tan fáciles de seguir como los caminos "trillados", pero el hecho de trasladarte por el monte y cruzar cerros y barrancos con cierta facilidad y rapidez dan valor a lo que en realidad son o han sido siempre: sistemas de comunicación.




El desuso, su desconocimiento y el poco interés en recuperarlos como lo que son, no facilitan su mantenimiento, únicamente realizado por la ganadería y mientras pueden pasar.




A Elia le parecía increíble que en pocos minutos pudiéramos llegar al cerro que teníamos en frente, o al collado visible desde lejos, atravesando un bosque que contínuamente parecía una auténtica selva, por caminos, que aun descuidados, mantenían suaves pendientes y rumbos perfectos para fácilmente y sin demasiados esfuerzos alcanzar los objetivos que nos íbamos marcando .




Compartiendo las veredas de ciervos, vacas y jabalíes, incluso sorprendiendo a algunos de ellos, avanzábamos junto con la mañana que casi se nos quedaba corta para cumplir con los objetivos.




Elia no ponía pegas ni por el barro, ni por las zarzas, ni por los barrancos que había que cruzar,... solo se quejaba de que un enganchón con una rama le habían sacado un mechón de pelo de sus trenzas y sobre todo por no haber llevado salchichón para almorzar.




Incluso un desprendimiento que había cortado el camino lo aprovechó para observar las raíces de los pinos arrancados y explicarme lo que había aprendido en clase de biología sobre éstas.




A partir de allí y hasta casa me hizo una detallada descripción de cómo se hacía sus esquemas en la escuela. Detallando las peculiaridades de cada asignatura y especificando con ejemplos claros las posibles variaciones que podía llegar a hacer. Tan solo cambiaba de tema para recordarme que en que llegara a casa se iba a comer unos buenos trozos de salchichón.


Una mañana de domingo perfecta, bien aprovechada, en un entorno privilegiado y con unas posibilidades extraordinarias y lamentablemente poco valoradas.