domingo, 4 de febrero de 2018

Pico Olibón con esquís desde Lizara

El último día de enero, miércoles 31, quedamos Pablo, Miguel y yo para ir al Pico Olibón. Al llegar a Lizara cargamos los esquís a la mochila y nos preparamos para unos cuarenta minutos de porteada en dirección al Collado del Bozo, hacia la cota 1700.




Poco a poco lo blanco se iba imponiendo y, después de trampear un poco, nos plantamos ya con nieve continua en el Collado del Bozo.




Ya con vistas a la Llena del Bozo y a la Llena de la Garganta, el flanqueo hacia la Foya Aragües no estaba mal. Ni siquiera hizo falta utilizar cuchillas ya que el sol había suavizado la nieve dura de la mañana.




En el flanqueo, observábamos como el Valle de Igüer estaba sin nieve, lo que dejaba claro que la ascensión al Aspe por el sur tenía una buena porteada hasta la zona del embudo.




Metidos en la Foya de Aragües pronto encaramos, de forma directa el objetivo del día, el Pico de Olibón que con sus 2475 metros es la punta más alta de todo el circo del mismo nombre.




Una detrás de otra, las vueltas marías iban cayendo, y cada vez avanzábamos en el ascenso. La Llena del Bozo iba cambiando de forma según subíamos y su aspecto siempre mejoraba.




Un poco antes del collado la pendiente se suavizaba, antes de enfrentarnos a la cresta final con los crampones.




Las vistas hacia la cercana cara norte de Bernera se hacían mas impresionantes a cada paso. Mientras que el resto no desmerecían, ...¡que maravilla!.




El día era espectacular y lo que allí se veía, parecía no tener fin. Solamente el viento frío y las ganas de esquiar nos hicieron mover de allí.




La esquiada, desde la misma punta, y con una pendiente considerable es alucinante. Requiere buenas condiciones de la nieve para disfrutar con seguridad, pero cuando existen como era el caso, el placer del descenso es total.




Ni la ligera remontada para coger el flanqueo de vuelta hacia el Collado del Bozo, ni la porteada de la mañana, ni la que nos quedaba, importaban ya. La sonrisa continua en nuestras caras era la prueba. No había muchos comentarios, pero los monosílabos expresaban todo ellos solos.




Apuramos la nieve hasta donde pudimos, e incluso más. Finalmente, contentos, nos echamos los esquís a la mochila en dirección al Refugio de Lizara.



Un día precioso, en buena compañía, nos permitió disfrutar de lo lindo en una zona poco habitual con la nieve, el monte y los esquís. Una buena cerveza bien ganada en el refugio puso fin a una jornada estupenda.