El pasado 17 de febrero, y aprovechando que volvía a nevar en altura, nos fuimos con Pablo y Aro a probar la nieve reciente por el entorno del Balneario de Panticosa.
El día salió espectacular y por el camino, antes del desvío a
Panticosa, una caravana de coches que subía hacia
Formigal nos asustó un poco, ya que el atasco era de los de estar parados y avanzar muy poco a poco. Pensábamos que nos iba a retrasar un montón, pero hacia el
Balneario la cosa cambió y subimos sin problemas.
Nos costó aparcar en el
Balneario, parecía que todos habíamos elegido el mismo sitio para probar la nieve que había caído recientemente. Porteamos hasta la
Mallata Alta ya que en la baja, aunque estaba blanca, no nos daba para calzar los esquís.
Yo quería probarme ya que desde el 12 de enero, y tras un pequeño percance en el que me rompí el sacro esquiando, no me había vuelto a calzar los esquís.
El ritmo que nos puso Aro, como siempre, me permitió subir con comodidad, y en muy poco mas de dos horas y media nos plantamos en la cima del
Garmo Negro. Teníamos un día espectacular, nieve abundante para la temporada que llevábamos y habíamos subido por una huella muy bien trazada. Solo nos faltaba disfrutar de una buena bajada.
Después de posar para que nos echaran unas fotos, iniciamos el descenso. La nieve no estaba para echar cohetes, pero a mí me supo a gloria después del invierno que llevábamos y de lo bien que había respondido mi trasero.
De nuevo en la
Mallata Alta descalzamos los esquís, no sin apurar al máximo la nieve. Lo de las piedras no me hacía mucha gracia, ya que tenía muy reciente el percance, provocado precisamente por uno de estos tiburones, así que iba detrás de esta pareja vigilando cualquier enganchón que ellos tuvieran para salvar la piedra como pudiera.
Al final, un día de disfrute por el monte, retomando la actividad invernal que más me gusta y comprobando mi casi total recuperación. ¡Una gozada!