viernes, 11 de abril de 2014

Esquí de travesía en Ansó. Peñaforca, subida por Alano y bajada por el Cantal de Chimena

Ayer jueves ya no me pude aguantar y, aunque estaba solo, decidí ir a Peñaforca. Ya hacía días que, entre nuevos vallados, arreglos de otros viejos, preparar las huertas, hacer leña, barnizar ventanas,..., no iba al monte y había que aprovechar la nieve y los días tan buenos que está haciendo.
La esquiada en Peñaforca estaba garantizada, pero el lunes estuve en Tachera y ví que por los restos de viejos aludes, casi podía llegar esquiando hasta el coche. En tres días ya se había hecho un agujero en la nieve que no podría salvar pero estaba casi abajo y aún merecía la pena.


Salí temprano de Ansó con la idea de portear por la pista de Mazandú hasta las parideras, donde pensaba que tendría nieve para foquear. Aún no se puede subir por la pista hasta ellas, pero Jorge que estaba por ahí, me subió un tramo con el todo-terreno ahorrándome unos metros de pateada que nunca vienen mal.



Aprovechando esta situación y pese a que ya en la primera paridera podría haber calzado los esquís por el talud de la pista decidí alcorzar y subir directo, evitando las curvas de la pista hasta pasada la paridera más alta donde definitivamente me puse a foquear.
Ya le daba le sol al circo de Zucaca (actualmente conocido como las Canaletas) y esa sería mi única obsesión durante la mañana, ya que para bajar por el Cantal de Chimena, necesitaba hacer una diagonal alta por dicho circo, en la que, con seguridad, provocaría coladas si no llegaba con buena hora.

El ascenso hasta el Achar de Alano está con una cantidad impresionante de nieve, facilitando el ascenso. Incluso el paso más estrecho del final está como muy pocas veces a estas alturas de la temporada, sin rupturas y sin trancos.



Una vez arriba solo quedaba pasear por Alano en la dirección que me interesaba, y disfrutar de la zona.




Pese a haber puesto cuchillas para ascender las últimas rampas, y viendo que aún no ha entrado el sol en los últimos metros del asalto a Peñaforca, unido a la congoja de ir solo, decido buscar el resguardo de la muralla rocosa y cambio los esquís por los crampones para estos últimos metros, dándome un "plus" de seguridad.



Cuando llego al alto, dejé los esquís preparados para la bajada, me asomé a la cara sur de Peñaforca que estaba más que tentadora, al igual que Lenito. Remonté hasta el pico con los crampones, tiré unas cuantas fotos para todos los lados y no perdí demasiado tiempo en echarme para abajo con la obsesión de la diagonal y de la hora.




En un abrir y cerrar de ojos bajo hasta la caseta de Alano, por una nieve primavera impresionante. Los únicos cambios que tenía según la orientación era pasar de mantequilla a algo más dura y rápida, pero la suavidad de los cambios casi hacían disfrutar más.




La parada para poner pieles de nuevo, la aproveché para echar un bocado y sin pérdida de tiempo comencé la remontada en busca de la entrada del Circo de Zucaca. Echando la vista atrás tenía una buena panorámica de la bajada que acababa de realizar.


Y pasado el collado, antes de empezar a bajar también me aparecía Ezcaurri, saludando por detrás de Tresveral.


También, al pararme en la entrada del Circo de Zucaca para quitar pieles, tengo buenas vistas de la Sierra de Alano antes de enfrentarme a la diagonal que me había tenido obsesionado toda la mañana.



La diagonal la hice sin demasiados problemas, aunque la nieve quería escurrirse. Aproveché los rastros de los sarrios que al principio, ya por la mañana, me había parecido paso de gente, y dieron algo de estabilidad aunque no pude evitar provocar pequeñas coladas.




Realizada la dichosa diagonal, y con las espátulas de los esquís en el aire solo quedaba disfrutar de la bajada que casi me iba a dejar en el coche, disfrutando de la perspectiva no habitual de la Sierra de Alano.




Dejando el Cantal de Chimena a la izquierda, busqué la lengua de nieve provocada por los viejos aludes, que aún mantenía en las zonas de umbría nieve dura, hasta que el agujero me impidió el paso. Apenas 100 metros me quedaban hasta el coche y había completado una vuelta de lo más satisfactoria y disfrutona pese a las obsesiones y a la falta de compañía.