Ambos clubes preparan el recorrido, lo balizan e incluso limpian tramos que estaban algo sucios de maleza, preparan la logística de los coches y cada año la comida es distinto sitio. El año pasado fue mi primera participación en este evento, y me gustó tanto y lo pase tan bien, que este año he decidido repetir.
El ascenso resultó espectacular por un bosque fresco en donde fuimos combinando pistas, trochas y caminos que nos llevaron hasta arriba casi sin darnos cuenta. La mañana era más húmeda que fresca, debido a un ligero chaparrón de la tarde-noche anterior lo que provocó que, yo al menos, pillara una sudada de las buenas.
Al llegar al alto de la sierra, la cosa se normalizó y entre que la subida fuerte ya la habíamos hecho y una ligera brisa que se dejaba notar, el sudor fue desapareciendo poco a poco. Todo empezaba a cambiar y de la espesura del bosque pasamos a collados de fina hierba y vistas amplias y alucinantes por todos los lados.
Antes del último empujón para la subida a la Punta de Dozola hicimos una pequeña parada para reagruparnos. El lugar sin mas, también merecía la parada.
A la voz de un "vamos o qué", que se convirtió en protagonista de la jornada, Charo y María arrearon hacia Dozola con ganas, compartiendo el protagonismo y marcando el ritmo de toda la jornada.
La punta de Dozola nos acogió a todos los que allí estábamos y todos disfrutábamos de ella y de sus vistas. Un buen almuerzo permitió recuperar fuerzas para seguir con el paseo.
Al bajar de Dozola, alguno decidimos subir hasta otra pequeña punta que ninguno de los que allí estábamos sabía como se llamaba. Alguno comentó la posibilidad de bautizarla como "Punta Charo" y yo aproveché un momento de descuido para retratar a Charo, la punta y parte de lo que desde allí se veía.
Un descenso suave y agradable jugaba por la muga entre Navarra y Aragón hasta que se decidió a entrar en terreno ansotano pasando suaves lomas como si de un juego se tratara.
Tras algún que otro "vamos o qué", con el que ya con una sincronización perfecta entre Charo y María, arrancaban tras cada pequeña parada, nos plantamos en Fago con la amenaza de tormenta que nunca llegó.
La logística de los coches hizo que todos nos juntáramos a comer en Ansó unas buenas migas y carne a la pastora, que nos había preparado Ricardo de Nadal. Un melocotón con vino, café y copas redondearon la jornada, que alguno continuó completando un sábado de lo más entretenido.
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