martes, 12 de agosto de 2014

Peña Ezcaurri. Ansó.

El domingo pasado madrugamos con Elia para subir a la Peña Ezcaurri. Mientras Huesca celebraba su San Lorenzo, nosotros nos poníamos en marcha desde la Collada de Agribiela en Zuriza. Tras las tormentas del viernes y el día gris siguiente, el domingo amaneció despejado y con sol.



Pese a que el bosque estaba bastante fresco, alguna que otra parada había que hacer para echar algún trago de agua al cuerpo.



Cuando le conté a Elia que las marcas del GR no eran así porque las hubiera hecho algún aficionado del Athletic, sino porque se trataba de un camino que cruzaba los Pirineos desde el Cantábrico al Mediterraneo, alucinaba. "¡Que camino más largo!, ¿iremos cuando sea mayor?". Disfrutaba del bosque como siempre, con las escaleras de raices, con las ramas colgantes,... aunque tenía ganas de coger la pedreguera que sube a la cima, ya que le había contado que al principio era algo empinada y casi tendría que hacer alguna trepadilla.



Al ir ganando altitud, el aire aumentó su velocidad considerablemente y la temperatura bajó de una manera proporcional. De esta forma fuimos añadiendo ropa al cuerpo para contrarrestar el frío, primero la camiseta de manga larga, después el chubasquero y las mallas largas y antes de llegar arriba aún hubo que añadir el forro polar.




A Elia no dejaba de sorprenderle que aún quedara nieve en los agujeros, pero al recordarle que iba vestida como en invierno pese a estar en pleno verano, todo le empezó a cuadrar un poco más.



Antes de llegar a la punta también le sorprendieron la cantidad y tamaño de los hitos que allí había. Son como los menhires de Asterix y Obelix. Entre tantos hitos el mojón cuadrado de la cima sorprendió a Elia, "¿ya estamos?, ¡pues se me ha hecho corto!".




Disfrutamos de las vistas que teníamos delante con cuidado de que el fuerte viento no nos jugara una mala pasada. Y también aprovechamos para echar algo al cuerpo y recuperar fuerzas para la bajada en un buen resguardo.



Al poco de iniciar la bajada, la ropa empezó a sobrar y Elia otra vez volvió a comentar la posibilidad de ir por la tarde a la piscina, ya que al verse con ropa de invierno casi había perdido la esperanza de echarse un baño.




En la bajada también disfrutamos de lo lindo, Elia buscando destrepes donde no los había y yo viendo como se desenvolvía por ese terreno.




En el descenso del bosque como es habitual las carreras, los juegos, los palos y las piedras eran fuente de disfrute. 



Sin darnos cuenta se nos había pasado la mañana y habíamos hecho gana de comer. Habíamos disfrutado del monte, como siempre, en un buen día de contrastes de temperatura.


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