El pasado 21 de abril y una vez acabada la temporada de esquí para las estaciones, nos fuimos con Elia a Candanchú. El objetivo principal era el Tubo de la Zapatilla, ya que por unas cosas o por otras esta temporada se le había resistido y esta vez la cosa prometía.
La mañana estaba despejada y corría algo de cierzo lo que nos hizo arrancar con algo de ropa. Teníamos poco mas de media hora de porteo y en que empezamos a remontar ya nos quitamos alguna capa.
Antes de la intermedia de la silla de
Tortiellas nos calzamos los esquís. Solo en el paso de
Tortiellas paramos para poner cuchillas. La sombra y la escasez de nieve hacían que solo hubiese un pasillo estrecho y duro para progresar.
Las pistas de la
Tuca tenían un aspecto inmejorable, debido a las abundantes nevadas tardías de esta temporada. Las vistas del
Aspe, las
Murallas de Borau e incluso
Collarada tenían un aspecto también buenísimo.
Pese a que al sol la nieve iba transformando, en las sombras aún permanecía algo dura y decidimos subir al pico de la
Tuca Blanca sin prisa para ir haciendo tiempo a que entrara el sol al
Tubo de la Zapatilla y coger la nieve en su punto.
Antes, también nos asomamos a
Loma Verde y realmente estaba tentador, pero esta vez el
Tubo de la Zapatilla había que bajarlo sí o sí.
El primer giro en la salida de la
Tuca Blanca no dejó indiferente a Elia que comentaba que el pico parecía poca cosa, pero que la salida era empinada, ...¡pero bien!. Resultó un perfecto calentamiento para lo que nos esperaba en el
Tubo de la Zapatilla.
Entramos al
Tubo de la Zapatilla en el momento preciso. La crema pirenaica había hecho su aparición y el descenso resultó de lo más disfrutón. Tan solo una sombra en la parte más estrecha rascaba un poco y alguna piedra suelta que aparecía no pudieron con una esquiada preciosa donde los giros salían solos.
Elia estaba eufórica y satisfecha de haber bajado el
Tubo de la Zapatilla, ya tenía ganas y hasta ahora se le había resistido. No paraba de comentar que le había parecido más sencillo de lo que había oído y le habían dicho.
Pese a haber tenido que hacer algo de tiempo para esperar a que la nieve transformara y no haber madrugado demasiado, terminamos lo suficientemente pronto para llegar a Ansó a la hora del vermú, lo que completó una mañana de domingo redonda.
Esta vez no enchufé el GPS y no dispongo de track, pero ahí os dejo un enlace a la aplicación que lleva Elia y que, aunque también tardó en activarla, si que recoge buena parte de nuestra actividad dominical.
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