Esta vez no pudimos aprovechar el recurso de la pista y hubo que salir desde abajo con los esquís. Unos cuantos cortes de nieve que nos hicieron descalzar los esquís antes de las parideras de Mazandú, permitieron acceder a un buen talud de la pista que nos condujo hasta la nieve contínua sin problemas.
A partir de allí ya no hubo problemas, incluso pudimos pasar el acceso estrecho del Achar de Alano con los esquís puestos.
Una vez en Alano, nos dirigimos hacia El Rincón y Peñaforca en un día de calma y sol. Los días de calor se dejaban notar, creando formas curiosas en la nieve. Allí se juntaban bocas de ballena, hundimientos y pequeños barrancos que aparecían y desaparecían como por arte de magia
Conforme íbamos subiendo veíamos las opciones que teníamos. Mientras que las laderas de la punta del Rincón de Alano estaban soleadas y se intuía una nieve crema para el descenso, la subida hacia Peñaforca, en sombra, hacía pensar que la nieve se mantendría dura por más tiempo.
Ante este panorama, Alberto y yo nos encaminamos hacia la Punta del Rincón de Alano para hacer tiempo a que entrara el sol en la ladera norte de Peñaforca y Jaime decidió dirigirse poco a poco directo hacia Peñaforca.
Desde arriba, vistas espectaculares con cantidad de nieve, eso si, en cotas altas. La lluvia del lunes y martes anterior no solo se llevó la nieve caída el fin de semana, sino que parece que hiciera de escoba para barrer y llevarse buena parte de la que había por esas cotas más bajas.
Bajamos al fondo del circo formado entre Peñaforca y la punta del Rincón de Alano para encarar las rampas que suben directas a Peñaforca y, ya desde el inicio, vimos que la nieve no es que estuviese dura, lo que allí había era puro cristal. No era eso lo peor, una constante lluvia de trozos de hielo que se desprendían con estruendo desde arriba, hacía que pareciese que alguien estuviera jugando a los bolos con nosotros desde arriba.
Rápidamente nos quitamos la idea de subir por allí, y dirigiendo la mirada hacia el lugar por donde habíamos bajado con una nieve de lo más disfrutona, observamos a Jaime que había tomado la misma decisión que nosotros y se había encaramado en un resalte a ver la partida de bolos. Como si de una vuelta al ruedo se tratara, volvimos hacia las laderas soleadas de la punta del Rincón para encontrarnos con Jaime y volver a repetir cima.
Una rápida subida y un descenso por una nieve primavera espectacular hicieron que disfrutásemos de lo lindo hasta la caseta de Alano. Allí, una parada para echar un bocado nos permitió coger fuerzas para remontar hasta el Achar de Alano.
No son muchas las veces que este estrecho permite bajar con los esquís calzados y no era cuestión de desaprovechar la oportunidad. Otra más para contar. La nieve permitía bajar con seguridad y disfrutar sorteando pedruscos con cuidado.
Una bajada por el bosque cogiendo lenguas de nieve, y descalzando alguna que otra vez, completó una entretenida jornada de esquí, donde la elección de las mejores zonas para disfrutar de buena nieve, fue la protagonista.
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