viernes, 24 de abril de 2015

Anie, Añelarra y Arlas con esquis de travesía.

El lunes 20 de abril nos dirigimos con Pablo hacia el Anie. El martes pasado había estado en el Soum Cuoy y la zona estaba muy bien de nieve, así que había que aprovecharla. El sábado por la noche había nevado algo y buena parte del domingo se mantuvo cubierto hasta que despejó por la tarde. La noche fue fría y el rehielo había sido potente.




Salimos de la curva helicoidal de la carretera con abundante nieve y muy dura. Hacía frío y una fina capa de nieve polvo cubría el manto en que empezamos a ganar altura. Las pieles no agarraban nada bien. También es verdad que las llevamos bastante peladas, pero yo estaba convencido que algo tenía que ver esa capa de nieve suelta y nueva tan fría.




Tras ir tirando de brazos para poder superar las pequeñas rampas que hay hasta la falda del Anie, decidimos poner los crampones para subir más cómodos por la pala. Además, un tornillo de la fijación se me había aflojado y hacía que el alza se me quitara a cada paso, con el incordio que resultaba tener que ir poniéndola continuamente. Un esparadrapo mágico que llevo siempre en la mochila solucionaron la incomodidad, pero no evitó que cambiásemos la decisión de subir con los esquís en la mochila.




Al llegar a la cima nos encontramos con Popol. Habíamos coincidido con él el martes pasado en el Soum Cuoy. Me reconoció y además había leído en el blog la entrada que colgué el domingo por la tarde de dicha salida "Paseo con esquís por La Pierre Saint Martin-Arette. Soum Cuoy". Tras una agradable conversación, nos despedimos comentando que seguramente nos volveríamos a encontrar en alguna otra ocasión por el monte.




Desde arriba vimos la posibilidad de subir a una cima que hay entre el Anie y Añelarra y que parecía que tenía una buena esquiada. Sin pensarlo dos veces nos acercamos todo lo que pudimos con los esquís después de bajar la pala y volvimos a colocar los crampones para subirla.




Arriba surgieron las dudas. O bajábamos esquiando o seguíamos cresteando hacia Añelarra. A mi me apetecía esquiar hasta abajo pero por otro lado la arista larga de Añelarra también me llamaba la atención. A Pablo le daba igual, vamos, que poco me ayudaba para tomar la decisión. Al final iniciamos la bajada por una nieve que empezaba a transformar lo justo para rozar la perfección.




En el último momento con opciones de subir a Añelarra, me paré, y tras comentar la posibilidad de ascender, Pablo me dijo riéndose: "¡ya te tienta, eh!". Fueron como las palabras mágicas de los magos, porque nada más decir eso ya estábamos colocando las pieles. Era una buena excusa para comprobar que las pieles aún valían. La fina capa de nieve reciente ya no estaba tan fría como por la mañana y las pieles agarraban perfectamente. 




Tras recorrer el amplio cordal, elegimos el mejor sitio para bajar. La bajada se convirtió en una gozada. Remontamos la olla sin poner pieles y al ver el Arlas, a propuesta de Pablo, decidimos ir a por él sin contemplaciones.




El calor, pasada la una del mediodía se dejaba notar, pero la pala del Arlas también la cogimos en su punto, permitiéndonos una esquiada que nos dejó un buen sabor de boca para ir en busca del coche por una nieve que, en las umbrías se mantenía rápida, evitando así tener que remar demasiado. Como habíamos comentado con Popol, si el tiempo nos respeta queda nieve para dos o tres semanas,... ¡habrá que aprovecharla!.







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