Partimos de Zuriza con la intención de subir a Chipeta Alto. Pablo estrenaba los esquís y las botas, ...y la temporada, esto hizo que pasáramos la pista de Tachera casi sin darnos cuenta.
Conforme avanzábamos, íbamos viendo las consecuencias del viento endiablado del fin de semana y más concretamente del domingo.
Trampeando la situación por lenguas de nieve, ascendímos a la parte alta del cerro que nos llevaría a la punta de Chipeta Alto. En esta zona las cosas cambiaron por completo y las acumulaciones de nieve daban otro aspecto al paisaje, totalmente diferente.
El cielo se nublaba a ratos, yo intentaba aprovechar algún momento de luz para echar fotos, pero Pablo no estaba para poses. Su nuevo equipo ligero lo lanzaba hacia arriba sin pérdida de tiempo. Algún rato yo creía que no lo iba a pillar y pensaba en alguna estrategia para hacerle parar y echarle alguna foto. Una de ellas era tratarle como a un sarrio, de tal forma que cuando me interesase, le pegaría un silbido fuerte, con la esperanza de que se detuviera y así disparar (la cámara) y a la vez, igual con suerte, le ganaba unos metros si estaba hábil recogiendo la cámara. Una de las mayores dificultades para hacer esto era guardar aire para pegar el silbido.
Al final tuve suerte y él solo me esperó, sin necesidad de utilizar las estrategias pensadas, y subimos los dos juntos charlando de las sensaciones del nuevo equipo hasta la punta de Chipeta Alto.
Perdimos poco tiempo arriba ya que, aunque el aire no era como el día anterior, el frio no invitaba a estar mucho rato allí. La bajada la hicimos rápida por nieve prensada que dejaba disfrutar sin muchos cambios.
Decidimos acercarnos a Estriviella, para ello primero tuvimos que quitar esquís y luego poner focas.
La bajada de Mazandú no fue para echar cohetes, más bien se convirtió en una bajada de supervivencia. Encontramos placas duras, blandas, nieve dura, costra, ... en fin, entretenido.
Para salvar el desnivel desde el barranco de Mazandú hasta el collado donde termina la pista decidimos volver a poner las pieles. La bajada hasta Tachera también fue curiosa. En la parte alta seguimos la pista por encontrarse el terreno algo pelado por el viento y desde la paridera de abajo fuimos alcorzando por el bosque donde una costra contundente no facilitaba los giros. Conforme fuimos bajando, la costra era menos dura lo que nos permitió alguna que otra alegría.
El ambiente fresco, con los cielos cada vez más nublados y una huella compactada y dura, facilitaron la bajada por la pista llana de Tachera hasta el coche. Un buen día y en buenas condiciones de seguridad por las suaves pendientes de la zona nos permitió disfrutar de otra buena vuelta por el monte,... "¡toma!".
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