Pasamos al otro lado del río desde el pueblo y empezamos a recorrer el valle en dirección sur hacia lo que Jorge me comentó que se conocía como "la viña". Allí se encuentra una borda que, siempre que por allí he pasado, me ha resultado espectacular, por su situación, por sus campos, por su tejado a cuatro aguas, por sus muros,...
En pocos minutos volvimos a cruzar el río por el puente viejo, para seguir valle abajo por su margen orográfica derecha, siguiendo el GR que coincide con la antigua calzada romana que entrando desde Francia por la Collada del Palo bajaba hasta Zaragoza. Las vistas del valle y los antiguos muros del camino no dejaban indiferente a ninguno de los participantes.
Pasados estos tramos, llegamos la Collada de Chaime donde nos esperaba el primer avituallamiento. Pese a que en la parada nos reagrupamos los ansotanos, el ambiente era muy bueno y en la mesa no faltaba la panceta a la brasa, ni la longaniza, ni el queso, ni el membrillo, ni el pan con aceite,..., mis ojos y mis manos se fueron directos a la "sopanvina", ("sopanvina no emborracha pero alegra a la muchacha", se escuchaba antes y también se escuchó allí), incluso después de un trago de la bota, por aquello de no mezclar, repetí.
Volvimos a salir juntos los ansotanos, y tras algún que otro tropezón, seguramente provocado por "las alegrías", se nos intercalaron dos valientes senderistas chesos, Jorge y Pedro, bueno Pedro Luis como me precisó él mismo de forma muy clara.
En la llegada al precioso paraje de Los Artoléz, otra vez gente conocida controlando la marcha. Mientras, unas cabras se quedaban agrupadas en lo más alto, imagino que sorprendidas de encontrarse a tanta gente por la zona.
Las carrascas del cerro dan paso a unas muy buenas vistas del valle, y parece que le den pie a Javi con soñar con quién sabe qué.
Pedro y Jesús que han participado en todas las ediciones de la marcha, nos comentan las variantes en el recorrido que ha habido cada año, lo que da pié a pensar en las posibilidades de la zona y más con la abundante recuperación de senderos que se está realizando por la sierra, tanto en la vertiente del Veral como en la del Subordán.
En el cruce del camino que baja a Santa Lucía, estaba instalado el segundo avituallamiento, donde otra vez hay reencuentros agradables. Tomamos un refresco y algo de fruta y continuamos con la marcha hacia el barranco de Terit donde a la pareja de intrépidos chesos se les une María, con la que llegarían hasta Echo y como decía Pedro Luis no se les estaba haciendo ni largo ni corto.
Los últimos tramos resultan agradables recorriendo las huertas chesas de la ribera del Subordán. Nos volvemos a juntar los ansotanos a los que nos hacen un retrato mientras comentamos la posibilidad de ir a tomar algo antes de comer.
Después de unos cuantos vermús, acudimos a la comida. Hubo sorteo de regalos y a varios de nuestro grupo les tocaron cosas, compartimos mesa con parte de la organización de la marcha y nos invitaron a café. El buen ambiente y las risas predominaban entre los que allí estábamos mientras dábamos cuenta de una buena paella, con bichos como decía Pilar.
Felicitaciones al Club Asamún por organizar esta marcha y hacernos disfrutar a todos los que allí estábamos.
Disfrutando ¡una vez más!
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