Entre pitos y flautas empezamos a caminar a las seis de la mañana desde el cruce de la carretera que da opción a ir al lago Cap de Long o al de Orédon donde habíamos pasado la noche.
En apenas un cuarto de hora nos calzamos los esquís. Lo mejor de todo es que observamos que el talud de la carretera tenía continuidad desde este punto hasta el coche, con lo que la porteada a la vuelta quedaba anulada.
Otra noche que, aunque estuvo despejado, no había helado nada y la nieve seguía deshaciéndose. Para colmo el sol, nada más salir, le estaba dando de lleno a nuestro objetivo.
Dejando que Aro nos volviera a marcar el ritmo, Peyo, Iñigo y yo (ya que Iñaki se vió forzado a quedarse durmiendo en la furgoneta) disfrutábamos del ascenso.
Mientras nuestro dormitorio, el lago de Orédon se iba alejando en el fondo del valle, nuestro objetivo iba acercándose cada vez más casi sin darnos cuenta.
Cruzando coladas grandes y aludes que no eran de broma, observamos dos acumulaciones de pequeños excrementos. En la primera comenté la posibilidad de que fueran de perdiz nival ya que se parecían y estabamos a unos 2600 metros. En la segunda, una pequeña pluma blanca con el característico doble raquis, hicieron que mis sospechas fueran teniendo algo más de fundamento.
En la subida, nos acordarnos de Pablo que no pudo venir y fue el que había preparado el viaje, también de Iñaki que se había quedado en la furgoneta, le dimos la "brasa" a Peyo por su cumpleaños, y nos preguntábamos que tal habría ido la 1ª Travesía Ansó-Garde organizada por el Club Linza de Ansó y el Club Pirineos de Roncal para el sábado 15, echando en falta, entre otras cosas, las magras con tomate previstas en la llegada a Garde.
Entre unas cosas y otras la subida se hizo realmente corta, y las vistas que nos ofrecía el ascenso rápido eran sorprendentes.
A las nueve menos cuarto de la mañana estábamos en la punta del pico. No teníamos magras con tomate pero unas barritas nos bastaron para disfrutar del lugar.
Apenas dimos margen al reloj, y emprendimos el descenso no sin antes volver a encontrarnos con gente conocida. Parece que en estos finales de temporada todos acudimos a los mismos cados.
Al terminar las empinadas palas, todos nos volvimos para apreciar la bajada realizada. En las cotas altas la pendiente favorecía los giros para contrarrestar la pesadez de la nieve y en la parte baja como acababa de entrarle el sol, la nieve estaba como a todos nos gustaría encontrarla siempre.
Aprovechando el talud de la carretera llegamos al coche en un "pis-pas". A las 10 de la mañana habíamos terminado con los 1100 metros de descenso de la excursión. Nos dimos una heladora pero reparadora ducha en una de las casadas que caían a la carretera y nos dirigimos a Bielsa para tomar un vermú invitados por Peyo, antes de ir a Lamiana para comer y posteriormente continuar viaje hasta Ansó. Así completamos un fin de semana redondo. Conocimos gente, disfrutamos del monte y recorrimos parajes espectaculares por el Pirineo.
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