Decidimos subir por el circuito de raquetas de Las Eras buscando la seguridad del bosque. Todavía nadie había abierto huella por la zona.
El cerro de Pinaré había sido castigado por el aire, lo que nos permitía elegir el recorrido evitando las grandes acumulaciones.
Todo el recorrido que nos quedaba hasta Quimboa Bajo se convertía en un balcón que nos permitía observar gran parte de la zona. Los tres mirábamos con interés toda la zona del Chinebral de Gamueta esperando ver alguna colada de nieve, ya que hasta ese momento no se veía ninguna y la temperatura del día, unido al paquetón de nieve que había, hacían pensar que podríamos ver alguna.
Conforme avanzamos José Antonio les echa una foto a unos sarrios que buscaban algo de comida en el lomo venteado de Pinaré. ¡Muchas gracias por mandarme la foto!.
Algún cambio de nieve hizo que José Antonio sufriera con algún incómodo zueco, pero se veía recompensado con las vistas que obteníamos al ir ganando altura.
Seguimos observando con interés todo lo que nos permite la vista. Hay mucha nieve por todos los lados y poca huella abierta. A partir de hoy y con las previsiones meteorológicas que hay, podremos pensar en ir probando alguna que otra cosilla.
Todo tiene muy buena pinta, da igual que miremos hacia la Gorreta de los Gabachos o que miremos hacia Chipeta, todo está redondo de nieve.
Una vez en la punta de Quimboa Bajo decidimos echar algo al cuerpo mientras observamos cada vez más coladas de nieve por las laderas del Chinebral.
Comenzamos a bajar y pese a que la temperatura ha subido considerablemente, pillamos una nieve más que aceptable por todos los lomos suaves de Pinaré. Al entrar en el bosque por la bajada del circuito de Raquetas de Las Eras la cosa empieza a cambiar y la nieve cada vez es más pesada. La parte final del bosque se convierte en pura supervivencia. A la pesadez de la nieve se une la necesidad de esquivar las ramas de las hayas dobladas y enganchadas en el suelo. Todo esto provocado por el paquetón de nieve que ha caído.
Pablo se ha convertido en un auténtico especialista en buscar la salida en los tramos de bosque. José Antonio y yo le seguimos como podemos, no sin algún que otro buen tortazo y los tres salimos a la carretera por fin enteros. Caña merecida en el refugio de Linza y para casa tan contentos.
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