Las primeras rampas son las más fuertes y donde más nos pega el sol, pero como dice Pablo, con la bici nunca se pasa calor, aunque a mi no dejen de caerme gotas de sudor por la punta de la nariz.
Pronto la pendiente se suaviza y la vegetación se alía con nosotros permitiendo suavizar también la temperatura y haciendo más agradable el ascenso.
De los espectaculares pinos del principio, vamos pasando a la frescura de las hayas en las zonas de umbría. Los barrancos echan agua, y los vados de la pista, al cruzarlos, se convierten en aporte extra de frescura.
Cuando parecía que a Pablo se lo iba a tragar la imponente garganta de Segarra, traza la curva rápidamente en el fondo del barranco y se escapa hacia los nogales plantados en el canto de la pista, en la zona de Sansorría.
Nuevas vistas del valle nos sorprenden conforme avanzamos. Esta vez vemos el inconfundible perfil de la Peña Ezcaurri, pese a que se nos muestra con un ligero e inofensivo gorro.
En la Plana Menilla, el conocido como Campo de Navarré (del paco) aparece con un bonito verde primaveral y esta vez no sorprendemos a ninguno de los habituales corzos que por allí campan a sus anchas.
Aprovechamos la barranquera que cruza la pista antes del Campo de Navarré, esta vez el del solano, para echar un buen trago de agua fresca, y continuar pedaleando para alcanzar rápidamente el final de la pista donde esta la caseta de Archibú. Es la zona conocida como "o cubilá d´os güeis".
Pablo revisa sus pedales antes de echarnos un retrato y comenzar la bajada por el mismo recorrido.
La bajada es tremenda, larga, continuada, ... lo que permite disfrutar de la velocidad, pese a la inseguridad que me aporta la bici nueva, ... pero ya se irá domando.
Solo hacemos dos paradas, una para sacar una vista del valle y otra al cruzarnos en la pista con Castán, que aprovechaba la tarde para pasear al can. Comentamos la buena bajada que tiene la pista y continuamos para llegar a Ansó sobre las ocho y media de la tarde.
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