El comienzo de la excursión es sencillo pero le he dicho a Elia que al final de la pista había un puente que hizo Manolillo el herrero, para que no se le hiciera tan pesada la pista, ya que Elia prefiere los caminos con escalones de raíces, y en general, más entretenimiento.
¡Yo diciendo que la pista es aburrida!.... cuando me doy la vuelta veo que han conseguido entretenimiento, ¡se están poniendo las botas de comer fresas!. Cuando logro que arranquen se escucha un trueno amenazador, las previsiones se cumplen y la tormenta empieza a descargar. Rápido buscamos el resguardo de unos abetos y aguantamos el chaparrón comiendo galletas de chocolate. La tormenta se ha alargado más de la cuenta y tenemos que volver por la pista, que parece un río, hasta llegar al coche. Mientras nos cambiamos vuelve a salir el sol, pero ya es tarde y nos hemos quedado un poco fríos. Decidimos ir al refugio de Linza y tomar un cola-cao.
A la semana siguiente, retomamos la excursión, pero esta vez Leyre no puede venir, y su amiga Olatz ya se ha ido.
El tiempo parece más seguro y esta vez tenemos más posibilidades de completar la excursión. Todavía hay fresas por el camino y además ahora ya empieza a haber algún chordón.
Esta vez si que llegamos al puente que cruza el barranco al final de la pista, pero además Elia descubre que hay tritones en el agua, aún no los había visto nunca.
Una vez pasado el puente empieza la rampa más fuerte de todo el recorrido, pero Elia disfruta subiendo con ligereza ya que es un camino como a ella le gusta, hecho de escalones con raíces.
Más rápido de lo que parece terminamos el repecho y nos ponemos a llanear. Tendremos que pensar en merendar, eso sí, mientras jugamos con palos, hojas y piedras.
Terminada la merienda y al decirle a Elia que recoja la mochila, que tenemos que empezar a bajar porque se hace tarde, decide que no, que quiere quedarse allí, e incluso... ¿podríamos jugar al escondite?
Después de convencerla de que hay que ir bajando, como siempre, la cuesta abajo también es divertida y la carrera se impone hasta que, como casi siempre, el cuerpo va más deprisa que las piernas, con las consecuencias lógicas.....¡que lástima no haber llevado la cámara preparada para haber hecho una foto!....¿papá me vuelvo a tirar para que me hagas una foto?...
Le comento que a lo largo del camino hay unas estacas numeradas que acompañan el recorrido. Elia toma la responsabilidad de mirar si los números decrecen para comprobar que vamos en la dirección correcta, así una estaca tras otra vamos bajando, no sin continuos entretenimientos.
Cada vez es más tarde y cualquier escusa es buena para retrasar la vuelta a casa, un trago de agua....
El sol se va a esconder rápido y hay que alcorzar el recorrido. En lugar de ir por el Achar del Caballo hasta Linza decido acortar y bajar directo hasta la Fuente de los Clérigos. Se lo digo a Elia a la vez que le informo de que antes de llegar a la fuente hay un pedrusco que lo va a poder escalar,... ¡vamos rápido! me dice. Parece que he dado en el clavo y otra vez vuelve a correr hacia abajo, ya que también le digo que si se hace de noche no lo podrá escalar.
Ya sin sol pero en la carretera Elia se echa un buen trago de agua en la Fuente de los Clérigos. Por fin hemos terminado la excursión con ganas de volver a la siguiente.
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