miércoles, 19 de diciembre de 2012

Mouscaté y la Paquiza de Linzola con esquis

Ayer amaneció en Ansó despejado tal y como pronosticaba Jorge G., de la Meteo que Viene. Preparamos los esquis con Pablo y poco más de las nueve de la mañana subíamos hacia Linza, con la intención de aprovechar el día.

 
 
Cuando llegamos a Linza observamos que pese a las últimas lluvias, aún podíamos subir por el Sobrante, y por allí que fuimos.
 
 
 
 
Conforme vamos subiendo hacia el Collado de Linza, observamos que durante la noche ha caído algo de nieve, con lo que si todo va a favor, tendremos una capa de nieve polvo sobre nieve muy transformada, ..., los dos firmamos por que se cumplan los pronósticos.
 
 
 
 
Cuando llegamos al collado de Linza todo está impecable, solamente subía una persona hacia Petrachema con los crampones por delante de nosotros. Por el camino habíamos comentado la posibilidad de subir al Mouscaté y, aunque la vista que observábamos de Petrachema era tentadora, nuestra propia huella nos llevaba hacia él.
 
 
 
 
Nos adentramos en el laberinto de agujeros que forman la Hoya de la Solana, y no sin titubeos, cogimos la canal correcta para alcanzar el collado de Escoueste. Desde allí la remontada hasta el pico es coser y cantar.
 
 
 
Justo antes de llegar arriba, las vistas que tenemos de Petrachema y las Agujas nos paralizan. Como mis pieles están algo viejas y en vista de que, aunque hace un día extraordinario, la nieve en esta última parte se endurece bastante, coloco las cuchillas para los últimos metros. Arriba, foto de rigor y a taparse que hace frío. Quitar pieles y para abajo.
 
 
 
 
Por el laberinto de agujeros vamos siguiendo nuestras huellas de subida, pero nos acordamos que al subir hemos tenido alguna dificultad para pasar una cornisa fea, por lo que, cuando la detectamos, la esquivamos como podemos. Pasada esta pequeña dificultad, nos volvemos a quitar ropa y en la parada decidimos variar el recorrido de bajada. La Paquiza de Linzola está redonda de nieve, con lo que decidimos ir a por ella por la vertiente norte y así bajar a Linza aprovechando su cara sur.
 

 
 
 
Una vez en el fondo de la Hoya de la Solana, volvemos a poner las pieles. Pablo las cuida y las encera a tope en vista de la rápida transformación de la nieve (por algo ésta hoya tiene ese nombre, ...comentamos). Ascendemos dejando atrás el cartel indicador que orienta a los que por allí pasan.
 


 
 
 
Mirando hacia atrás, observamos lo arrugado del recorrido que hemos trazado para llegar al Mouscaté, y la zona tan placentera en la que nos encontramos. Cuando volvemos la vista hacia el sur las nubes que pronosticaba Jorge G. aparecen, volviendo a acertar en su predicción ¡que tío, vaya fiera!.
 
 
 
 
No hay tiempo que perder, esas nubes avanzan a una velocidad endiablada. Pablo comenta que después del día tan bueno que hemos tenido no le apetece pillar una "fartera". Así que en la punta de la Paquiza, fuera pieles, foto de rigor y sin tiempo que perder zumbando para el refugio.
 

 
 
 
Después de elegir el mejor sitio para saltar la cornisa nos lanzamos para abajo. La nieve estaba como en primavera, totalmente transformada y asentada. La única pega es que las piernas no daban para bajar de tirón en este mi primer día de la temporada y había que parar para recuperar, no así Pablo que ya se había estrenado y no paraba de disfrutar con un salto en cada giro.
 

 
 
 

Llegamos al Refugio de Linza, donde dimos buena cuenta de un par de jarras de cerveza y para casa tan contentos. 




martes, 11 de diciembre de 2012

Nevada en Las Eras. Ansó

El pasado día 6, sobe las 10:30 de la mañana acabé de ayudar a Elena en casa. Ya era tarde para pensar en coger los esquís y aprovechar la nieve caída el día anterior. Así que había que buscar una alternativa. Cogí las raquetas y decidí darme un paseo por el circuito de raquetas en Las Eras. Cuando llegaba a Zuriza ya me gustaba lo que veía desde el coche y no me pude resistir en tirar alguna foto sobre la marcha.

 
Al pasar por el Camping Zuriza (serían las 11 de la mañana o más) aún ví a gente que salía con los esquís hacia Tachera. Los ojos me hacían chiribitas y pensé que quizá los podía haber cogido, pero pronto llegué a Las Eras, me coloqué las raquetas y me concentré en disfrutar de lo que tenía alrededor.
 
 
 
 
 
Nada más arrancar tenía curiosidad por conocer el espesor de la capa de nieve, así que saque la sonda y medí 45 centímetros. Teniendo en cuenta que estamos en la cota 1200 no está nada mal.
 
 
 
 
 
La nieve recién caída, la temperatura fresca del paco de Las Eras y el día espectacular hacían que disfrutara de la nieve sin los esquís.
 
 
 
 
 
 
Conforme iba avanzando por el circuito me acordaba de Pablo, normalmete me acompaña y la apertura de huella entre los dos es más llevadera. Pese al fresco ambiente uno se empieza a calentar.
 
 

 
 
 
 
Al ir ganando altura entra la luz del sol entre las hayas, y eso me indica que me voy acercando al cerro.
 
 
 
 
 
Cuando salgo al cerro, las vistas en un día como éste son alucinantes. Allá donde miro veo blanco y azul.
 
 
 
 
 
Pasado el cerro empiezo la bajada hacia el bosque no sin antes volver a curiosear la cantidad de nieve acumulada, haciendo una media de varias mediciones obtengo 75 centímetros (ahora en la cota 1500).
 

 
 

 
 
 
Da gusto dejarse llevar por la suavidad de la nieve polvo en la bajada, pese a producir con mi avance una nebulosa húmeda y que acaba por empaparme y congelarme el pelo. A este efecto hay que añadir el producido al rozar las ramas con los hombros o los brazos que hacen que aunque lleve ropa de colores, salga a la carretera envuelto en la misma blancura que predomina hoy por el monte.
 
 
 
Llego a la carretera pasadas las dos de la tarde y entonces me doy cuenta de que tengo un hambre atroz. Normalmente, en poco más de una hora se puede dar la vuelta al circuito pero esta vez, entre que no había relevo para abrir huella, que el día invitaba a la observación de todo, y que me he evadido del mundo durante este tiempo y me he dedicado a disfrutar de un paisaje espectacular, me ha costado más del doble de tiempo recorrer el circuito.
 
....¡BIEN!

 
 
 

 
 

 
 

 
 


domingo, 2 de diciembre de 2012

Borda Florentina-Cuevas de la Olla-Borda Lo Payar

El sábado 24 pasado amaneció en Ansó medio nublado por la mañana pero la predicción y la pinta decían que no iba a llover. No me costó convencer a Elia para ir a dar una vuelta por el monte y eso que se había acomodado en el sofá para ver sus dibujos preferidos. La parte alta del valle tenía peor pinta que la baja, así que hacia allí nos dirigimos.
Pasado el pueblo de Santa Lucía dejamos el coche y comenzamos a caminar por terreno cheso. Rápidamente Elia tuvo su primera sorpresa, la Borda Florentina y sus verdes campos que la dejaron con la boca abierta.




Seguimos caminando, en ese momento me despisté del camino y decidí cruzar monte a través hasta alcanzarlo más arriba en lugar de volver sobre nuestros pasos y cogerlo correctamente. No sabía como iba a reaccionar Elia envuelta entre aliagas y bojes mas grandes que ella pero no pareció afectarle negativamente y pronto nos recolocamos en el camino.




La monotonía de este tramo se rompió con la vista de las casas de Santa Lucía y entre ellas la de sus amigas Aitana y Candela. A Elia le gustó eso de observar sin ser vista, "papá, a que Aitana y Candela no se pueden imaginar que estamos viendo su casa desde el monte, ...y sus juguetes" .



Enseguida el camino se hace más entretenido con la aparición de piedras saltadoras y escaladoras. Menos mal, porque bien está que en cada excursión acabemos con la mochila llena de palos, hojas y piñas pero de ahí a lo que me estaba proponiendo hoy hay un trecho. Me comentaba la posibilidad de ir recogiendo losas de piedra para poder hacer dibujos en casa. La convencí para ir dejándolas amontonadas y cogerlas en otro momento.



 Desde lo alto ya observamos al fondo del barranco el hueco que forma las cuevas.




Elia se lanza hacia adelante, pero al menor descuido y cuando observo que se queda rezagada, no falla, esta buscando cualquier trepada o piedra que la ponga a prueba.






Antes de llegar a las cuevas, Elia descubre algo nuevo, no entiende porque hay una pelota amarilla pegada a una hoja de chaparro. Le cuento que es una respuesta del árbol ante agresiones de insectos con el fin de parasitarla. Como veo que pone caras raras, lo simplifico recordándole la reacción de su piel cuando le pica un mosquito en verano. Además le invito a mirar otras hojas para encontrar otro tipo de agallas y sin movernos del sitio y con un poco de suerte observamos otras agallas en la hoja de un arce. 



Hoy Elia no gana para sorpresas, después de ver casi todo el camino recorrido observando la carretera al fondo del valle, llegamos a las cuevas donde antes de entrar se queda ensimismada con el pedrusco que hay a la entrada. Aún más cuando le digo que está en constante formación y que cada día crece un poco más. Ahí no acaba la cosa, aún aumenta la sorpresa cuando le digo que la culpable de esa formación no es otra que el agua.




Una vez dentro de las cuevas la curiosidad no tenía límites, desde la búsqueda de estalactitas, estalagmitas, el oso, las cacotas de ovejas, piedras, huesos, palos, ... eso si y fundamental fue la linterna que nos regaló tía Mila para todas estas observaciones.



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Aunque conseguí que entre tanto comiera un poco de chocolate y unas almendras, no encontraba la forma de sacarla de las cuevas. La medio convencí diciéndole que aún íbamos a ver otra borda, la Borda Lo Payar, y la terminé de convencer diciéndole que después bajaríamos monte a través y sin seguir el camino como habíamos hecho por equivocación esta mañana. Esto último hizo que saliera pitando y llegáramos a la Borda Lo Payar en un periquete.






A partir de ahí, lo prometido, bajamos hasta casi la carretera monte a través saltándonos todas las curvas del camino lo que hizo que llegáramos al coche con muy buena hora para llegar a comer a casa. Habíamos pasado una mañana llena de sorpresas, en un día gris de otoño, pero con una temperatura muy agradable.