domingo, 11 de agosto de 2013

Zuriza-Tachera. Ida a pie, vuelta en bici. Ansó

El domingo pasado repetimos con Elia la estrategia de esconder las bicis en el monte para hacer el camino de vuelta con ellas. Esta vez elegimos dejar las bicis en Tachera para bajar por pista hasta Zuriza. Iniciamos el recorrido a pie a la altura del Camping de Zuriza. Nos echamos al río para cruzarlo y recorrer el camino que discurre por la margen orográfica izquierda del barranco de Petraficha hasta Tachera.

 
 
 
El entretenimiento en el río con los "zapillones" era toda una garantía. Elia mejora la técnica cada día y ya consigue coger hasta tres de una vez.
 
 
 
 
Me cuesta sacarla del río, pero le convenzo diciéndole que seguro que encontramos cosas que no ha visto nunca. El monte se alía conmigo y pronto encontramos un gran hormiguero. Elia nunca había visto una estructura como esa y la cantidad de hormigas que allí se concentraban. Sabedor de que íbamos a encontrar gencianas al pasar por el "Camon de la Genciana", le digo que vamos a ver unas flores grandes con hojas del tamaño de la hoja de una lechuga en una pradera preciosa. La propuesta le convence y en consecuencia seguimos avanzando.
 
 
 
 
Todo llama la atención. Hasta las señales que aparecen en los pinos cuando hay un cruce de caminos. Por descontado, Elia no duda en recolectar fresas para ir recuperando fuerzas.
 

 
 
 
En el hayedo, las ramas, las "fayetas", y sobre todo, las grandes piedras forradas de musgo, forman parte de la diversión y el disfrute.
 
 
 
 
Conforme avanza la mañana, Elia me pregunta que si queda mucho para las bicis. Le comento que ya estamos muy cerca y le pregunto que si está cansada. Ella me recuerda que no se cansa nunca y que lo que quiere es coger la bici ¡ya!.
 
 
 
 
Los grandes bloques de un perfecto cono de deyección, igual sirven de entretenimiento, que para dar sal a las ovejas, que para esconder las bicis en un precioso aparcamiento. Aunque le propongo a Elia comer una barrita de las que le gustan, me dice que sólo se va a echar un trago de agua porque lo que quiere es ir en bici rápidamente. Supongo que con las fresas habrá tenido suficiente para el paseo suave que hemos hecho, ...???
 
 
 
 
A mitad de camino, en la fuente fría, echamos otro trago y aprovechamos para descansar las manos de tanto frenar. Solo nos resta llanear hasta donde hemos dejado el coche para completar el paseo.
 
 
 
 
Después de comer "como los mayores" en el Camping de Zuriza una muy buena comida, y de jugar un rato con su amiga Ainara, unos baños reparadores en el río completan un día de principio de agosto, donde los dos disfrutamos de las muchas posibilidades que ofrece el valle.
 

 
 


sábado, 3 de agosto de 2013

Paquiza de Linzola. Circular desde Linza. Ansó

Para terminar Julio, el domingo 28 nos fuimos con Elia a la Paquiza de Linzola. El día amaneció mucho más fresco que los anteriores, lo cual nos favoreció ya que, como de costumbre, no madrugamos lo que deberíamos. De cualquier modo, y ante la duda de la climatología, decidí subir por Zaparreta. La protección del bosque igual podía servir en caso de fuerte calor, como en el caso del día que nos tocó, del fuerte viento que reinaba.

 
 
 
El paso por el bosque siempre se hace entretenido, a las formas curiosas que nos vamos tropezando, se le une la imaginación de una niña de seis años. De este cóctel, y sólo teniendo en cuenta las ramas secas que nos vamos encontrando por el suelo, pueden aparecer desde cuernos de unicornio, pasando por cuernos de ciervo o incluso micrófonos para cantar...
 
 
 
 
Al salir del bosque, Elia empieza a mirar todo lo que tiene alrededor. Reconoce perfectamente el que hasta ese día había sido su pico más alto, la punta Maz. Observa los picos de Petrachema, Mallo de Lacherito y Chinebral de Gamueta y a los tres les pone formas,... de león, de águila.
 
 
 
 
El fuerte viento hace que Elia desista de llevar gorra, ya que tenía que ir sujetándola todo el rato por miedo a que saliera volando hacia Belagua. Mientras, ese mismo aire, hacía que tuviésemos que hacer uso de la chaqueta para no pasar frío en el cordal que nos llevaba hacia la punta de La Paquiza.
 
 
 
 
Al llegar a la cima, le sorprendió lo pequeña que era la caseta que ya le había avisado que nos íbamos a encontrar. "¡Pero si no cabe ni la muñeca más pequeña que tengo!". Más sorpresa le produce el leer en las chapas que hay en el tejado de la caseta la altitud a la que se encuentra, 2.112 metros, ..."¡toma!", "¡más que la punta Maz!". En vista de que en la cima de su primer "dosmil" no apetece parar a almorzar con el viento reinante, decido bajar un poco y buscar un resguardo al lado de un nevero que también permite algo de diversión.
 
 
 
El lugar, el chubasquero y el tentempié, hacen que venzamos la incomodidad producida por el aire y decidamos continuar con la excursión.
 
 
 
 
Además de babosas, escarabajos y sarrios, Elia observa como las ovejas disfrutan del frescor que produce la nieve que aún queda por la zona. También está contenta de ver Petrachema y La Mesa de los Tres Reyes desde tan cerca, y de que vamos a recorrer parte de su camino en nuestra bajada.
 
 
 
 
Tras alcorzar por "zinglas y barranqueras", alcanzamos el camino de Petrachema y La Mesa justo por debajo del collado de Linza.
 
 
 

 
En el descenso, entre otras muchas cosas que me contaba, me llamó la atención el cálculo que hizo de los mocos que podían caber en la nariz de una bruja. Lo hacía en función de los que había sacado durante la mañana de su propia nariz, por el efecto del fuerte viento. "Si a mi me caben cien mocos en cada agujero, doscientos en toda la nariz. A una bruja le caben por lo menos... mil doscientos".
 
 
 
Al parar a echar un trago en la fuente de la Foya de Petrachema, me comentó que tenía hambre. Le ofrecí una barrita de coco que son las que le gustan a ella y me preguntó si quedaba mucho. Al decirle lo que faltaba para llegar al Refugio de Linza, decidió guardarse la gana para los huevos fritos que había pactado con ella antes de salir.
 
 
 
La bajada por el Sobrante fue veloz, y rápidamente nos encontramos sentados en una mesa del Refugio de Linza esperando a que Patxi nos sacara la comida. Con los huevos fritos casi completamos un buen día de monte en el que había que celebrar su primer "dosmil". Todavía faltaba parar en Zuriza para ver a su amiga Ainara y echarse un baño en la poza.