Desde el citado comentario no había pasado día en el que no me recordara que se lo había prometido. Por fin quedamos para hacerlo el martes por la tarde. Desde que me puse a comer me preguntaba cuándo nos íbamos a ir. Hacía mucho calor y yo prefería salir mas tarde, pero su insistencia y persistencia pudo conmigo y salimos a media tarde cuando aún apretaba el sol.
Aunque parecía no importarle eso del calor, al llegar donde la pista cruza el barranco de Ezpelá paramos a la sombra a echar un buen trago de agua. Me dijo que sudaba como un pollo, pero al ver que yo también sudaba parece que se quedó tan conforme y sin perder tiempo arrancó otra vez.
Parecía que algunas nubes evolucionaban hacia lo que podría ser tormenta, pero no parece que la cosa esté muy a favor de ese meteoro en la última temporada, así que nos quedamos tan tranquilos y como si nada, también por nuestra cercanía a casa.
Lo de haber entrado en sombra nada más pasar el barranco de Ezpelá se agradecía y se dejaba notar. Elia llegó rápidamente a la entrada del camino y con unas ganas locas de bajarse el sillín de la bici y tantear "el camino de las hadas" (que es como lo han bautizado con sus amigos), sobre ruedas y no andando o corriendo como de costumbre, se echó hacia abajo sin ningún miramiento.
Yo solo oía gritos: ¡que chulo!, ¡que guay!. No podía echar ni una foto desde delante, así que le dije que parara y que me dejara avanzar un tramo y después que lo hiciera ella.
Parece que eso de parar no le convencía mucho y para volver a ponerme por delante aproveché un par de zig-zags que le hicieron frenar un poco y tomárselo de otra manera.
El único tramo donde hay que desmontarse para remontar le pilló por sorpresa, no porque no lo conociera, sino porque me decía que no pensaba que hubiera llegado allí tan rápido.
Sin darnos cuenta, abandonamos la sombra y nos plantamos en la tejería. Nos hicimos una foto mientras me decía que se le había hecho muy corto. Le propuse dar la vuelta por la carretera en lugar de ir directos a casa y le pareció bien.
Echamos otro buen trago de agua antes de arrancar y entonces me comentó que no había merendado y que tenía hambre, así que daríamos la vuelta por la carretera, pero sin perder mucho tiempo.
Así lo hicimos y al llegar a casa, un buen bocata de jamón sirvió de merienda.
Después de un rato, unos truenos y cuatro gotas culminaron una tarde calurosa. A Elia le gustó el camino pero me comentó que le fuera buscando uno más largo para hacer cuanto antes
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